viernes, 29 de mayo de 2015

Conflictos en las aulas.

Esta pregunta surge tras la visualización de un fragmento de “Diarios de la calle”, una película americana donde se observan diferentes conflictos (bastante violentos, todo hay que decirlo) que tienen lugar en una clase de literatura y que acaban generalizándose a un centro educativo al completo. En dicho fragmento, se puede observar cómo dentro de la misma clase se crean diferentes grupos de alumnos, que se ningunean y menosprecian entre ellos porque se consideran inferiores unos a otros. Están los asiáticos, los afroamericanos, los latinos y los blancos. En muchos de estos conflictos y a pesar de la corta edad de los alumnos, se utilizan armas de fuego, como pistolas, para “solucionar” algunos conflictos o amenazar al enemigo para que se retire de una pelea.
Ahora bien, la pregunta es la siguiente: Este conflicto, ¿es exclusivo en Estados Unidos o también puede darse esta misma situación en otros sitios? ¿Existe el poder en estas situaciones?
En mi opinión, creo que este conflicto podría darse en cualquier lugar siempre que hubiera un sentimiento racista en los alumnos o que hubiera cualquier diferencia apreciable entre ellos, ya fuera por etnia, creencias religiosas, opiniones, condición física, etc. Si estos sentimientos no se saben canalizar y se radicalizan, podrían llegar a producirse conflictos graves como los que pueden apreciarse en la película. Bien es cierto que el caso de Estados Unidos es quizá el más conocido y “corriente”, por desgracia. Con muchísima frecuencia oímos en las noticias que se ha producido un asesinato en las aulas de dicho país y casi la totalidad de las veces a manos de un menor de edad. En Estados Unidos, no existe un control estricto sobre la tenencia de armas en casa, por lo que muchos de estos jóvenes tienen acceso a armas de fuego que, posiblemente, sus padres poseen. Muchas veces estos chicos y chicas asesinan a compañeros de clase o profesores a sangre fría ya sea por estas creencias racistas o por venganza por haber sufrido bullying o cualquier tipo de acoso o menosprecio por parte de éstos. Creo además firmemente que este tipo de conflictos tienen lugar no por poder, sino por el supuesto poder que creen tener algunos colectivos de personas sobre otros. En la película, podemos observar un claro ejemplo: Todas las etnias pelean por un territorio que supuestamente les pertenece, por la invasión de éste por personas de una etnia enemiga, inferior a sus ojos. Podemos ver una clara exaltación de lo propio: un claro “lo mío es lo mejor, y lo que no es mío  es una basura”
Aún así, creo que esta situación no podría producirse tan radicalmente en España, ya que, en primer lugar, una persona de esta edad tiene un acceso muy difícil a las armas. Muchas veces hemos oído en los medios de comunicación que en ciertos institutos ha habido conflictos por bullying o diferencias entre los alumnos, pero en la gran mayoría de las ocasiones estas diferencias se han “resuelto” (llamémoslo resolver, pero dejando claro que la violencia nunca resuelve nada) con una pelea o amenazas verbales, pero en ningún caso (o en muy contados casos) esto se ha resuelto con muertes.
Para concluir, quiero añadir que estos conflictos tendrían solución si se educara a los jóvenes en la igualdad y el diálogo y no en la violencia, la superioridad, la exaltación y la radicalización de lo propio o  la persuasión. Creo que hoy en día, los menores aprenden antes a llegar a las manos que al diálogo, y, en mi opinión, eso es un gran retroceso para la sociedad.


Reflexión presentada el día 29 de mayo de 2015.

sábado, 23 de mayo de 2015

Quizá todo se traduzca al miedo del Gobierno.

Es una pregunta que muchos jóvenes de hoy en día nos hacemos: ¿Por qué debo yo respetar las normas del Estado en el que vivo, si no las he votado, no me gustan, no me representan y yo no he sido partícipe de su implantación en la sociedad en la que vivo? ¿Por qué no puedo expresar mi opinión, ni siquiera en los temas que me afectan, como mi educación?
Por una parte, si bien es cierto que estas normas no han sido elegidas ni votadas por nosotros, debemos respetarlas por el bien común de la sociedad en la que vivimos. Las normas y las reglas existen para el buen funcionamiento de algo, en este caso, de nuestro país. Es cierto que con muchas no estaremos de acuerdo, pero tenemos que comprender que muchas de ellas son principios básicos para que no surjan conflictos.
Ahora bien, ¿debo respetar aquellas normas que atentan contra mis derechos como persona, como ciudadano, o como humano? Yo creo que no. ¿Por qué debo respetar una norma que me impide dar mi opinión sobre un tema, que no me deja manifestarme en la calle si mi postura es contraria a la que el gobierno quiere que tenga, por qué un policía puede tener derecho a arrestarme aunque yo esté manifestándome de manera pacífica? ¿Por qué quieren que los que pensamos diferente no hablemos? En mi opinión, creo que prohibir derechos básicos como la libertad de expresión, asociación u opinión es recortar todas las libertades que tiene una persona como ser humano. Creo profundamente que es un error tratar de encuadrar a todos los ciudadanos bajo un mismo ideal. Es cierto que las diferentes ideas en una misma sociedad pueden crear conflictos entre las personas, pero también es cierto que la diferencia hace la riqueza. Si todos tuviéramos una misma idea, ¿dónde quedarían los debates, el compartir ideas, el enriquecernos de la sabiduría de los demás? Perderíamos (y de hecho, creo que estamos perdiendo) muchas de estas cosas. Pienso como mi amigo, mi familia, mi llamémoslo X, para encajar, para que no me dejen de lado, para no ser “el rarito”. ¿Pero por qué haces eso? ¡Ser diferente no está tan mal!

Por lo tanto, y en conclusión, creo que las personas sólo tenemos la obligación de cumplir todas aquellas normas fijadas por el bien común, lo que todos, o la gran mayoría entendemos por bien común (funcionamiento del país, tráfico, seguridad ciudadana, etc) y no lo que el gobierno puede entender por bien común. En mi opinión, su bien común se traduce como miedo a la divergencia de los ciudadanos. Miedo a que no todos seamos iguales. Miedo a que haya opiniones contrarias que puedan desbancar todo el poder que creen tener. ¿Acaso no saben que la base de su poder es el pueblo? ¿Qué pasaría si todos nos retiráramos de la base? Caerían, muy posiblemente caerían todos.

Reflexión presentada el día 22 de mayo de 2015. 

lunes, 18 de mayo de 2015

La Generación Z.

¿A qué llaman los científicos Generación Z? Pues bien. Es un concepto acuñado hace relativamente poco tiempo. Pertenecemos a este grupo de personas aquellos jóvenes que hemos nacido después de 1994. Prácticamente todos compartimos un mismo objetivo: Queremos cambiar el mundo. ¿Cómo? Quizá esta sea nuestra mayor duda y dificultad.
Los estudios dicen que lo que nos diferencia del resto es que somos más realistas y menos egoístas frente al mundo, que somos más críticos a la hora de tomar decisiones colectivas, que no tenemos miedo al fracaso y que sabemos bien que es lo qué queremos y qué no, porque estamos viviendo en una sociedad llena de cambios que nos afectan pero de los que nuestros gobiernos no nos hacen partícipes. Cierto o no, los científicos han asegurado también que la gran mayoría de los integrantes de esta generación hemos perdido la fe en la política y que sólo volveremos a confiar en ella cuando todos hayamos alcanzado la mayoría de edad y podamos hacer valer nuestra opinión.
Confiamos en nuestra educación, pero tenemos muy claro que ir al instituto o a la universidad no lo es todo: También debemos aprender en aspectos más personales y en todo aquello que se enseña fuera de las aulas para formarnos completamente como personas y tener éxito en nuestras vidas: Tenemos fe en la educación no formal.

En mi opinión, y como miembro de esta Generación Z, comparto todos los objetivos e intereses que los científicos dicen que tienen mis semejantes, y creo que todos y cada uno de nosotros debemos hacernos partícipes del cambio que queremos ver en el mundo donde vivimos.