sábado, 23 de mayo de 2015

Quizá todo se traduzca al miedo del Gobierno.

Es una pregunta que muchos jóvenes de hoy en día nos hacemos: ¿Por qué debo yo respetar las normas del Estado en el que vivo, si no las he votado, no me gustan, no me representan y yo no he sido partícipe de su implantación en la sociedad en la que vivo? ¿Por qué no puedo expresar mi opinión, ni siquiera en los temas que me afectan, como mi educación?
Por una parte, si bien es cierto que estas normas no han sido elegidas ni votadas por nosotros, debemos respetarlas por el bien común de la sociedad en la que vivimos. Las normas y las reglas existen para el buen funcionamiento de algo, en este caso, de nuestro país. Es cierto que con muchas no estaremos de acuerdo, pero tenemos que comprender que muchas de ellas son principios básicos para que no surjan conflictos.
Ahora bien, ¿debo respetar aquellas normas que atentan contra mis derechos como persona, como ciudadano, o como humano? Yo creo que no. ¿Por qué debo respetar una norma que me impide dar mi opinión sobre un tema, que no me deja manifestarme en la calle si mi postura es contraria a la que el gobierno quiere que tenga, por qué un policía puede tener derecho a arrestarme aunque yo esté manifestándome de manera pacífica? ¿Por qué quieren que los que pensamos diferente no hablemos? En mi opinión, creo que prohibir derechos básicos como la libertad de expresión, asociación u opinión es recortar todas las libertades que tiene una persona como ser humano. Creo profundamente que es un error tratar de encuadrar a todos los ciudadanos bajo un mismo ideal. Es cierto que las diferentes ideas en una misma sociedad pueden crear conflictos entre las personas, pero también es cierto que la diferencia hace la riqueza. Si todos tuviéramos una misma idea, ¿dónde quedarían los debates, el compartir ideas, el enriquecernos de la sabiduría de los demás? Perderíamos (y de hecho, creo que estamos perdiendo) muchas de estas cosas. Pienso como mi amigo, mi familia, mi llamémoslo X, para encajar, para que no me dejen de lado, para no ser “el rarito”. ¿Pero por qué haces eso? ¡Ser diferente no está tan mal!

Por lo tanto, y en conclusión, creo que las personas sólo tenemos la obligación de cumplir todas aquellas normas fijadas por el bien común, lo que todos, o la gran mayoría entendemos por bien común (funcionamiento del país, tráfico, seguridad ciudadana, etc) y no lo que el gobierno puede entender por bien común. En mi opinión, su bien común se traduce como miedo a la divergencia de los ciudadanos. Miedo a que no todos seamos iguales. Miedo a que haya opiniones contrarias que puedan desbancar todo el poder que creen tener. ¿Acaso no saben que la base de su poder es el pueblo? ¿Qué pasaría si todos nos retiráramos de la base? Caerían, muy posiblemente caerían todos.

Reflexión presentada el día 22 de mayo de 2015. 

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